31/8/08

Los 40 largos.

Un vez, y otra vez más.

Hola a todas:

¿Se acuerdan de los dos kilómetros que me propuse hacer hace dos semanas? Pues sí. Se lo juro. Esta mañanita me he levantado, como todas las de las últimas dos semanas, me he ido a la piscina y pin-pan, pin-pan, en una hora y mucho, cuarenta largos. Ante el asombro de jóvenes, jóvenas y socorristas.

¿Creían que no iba a poder? Yo también. Pero el caso es que me lo propuse, y así ha sido. Como decía mi padre (y un lema legionario): "Lo dificil se hace y lo imposible se intenta".

La voluntad. ¡Qué poderosa!

¿Cuántas cosas le debo a la voluntad? ¿Cuántos sobresalientes? ¿Cuántos niveles me subió de Link machacando gusarapos en el Zelda? ¿Cuántas últimas copas no me tomé?

¿Quién no le debe cosas a la voluntad? ¿O a la falta de ella?

Y sin embargo las personas voluntariosas nunca me han parecido demasiado interesantes; es una palabra que suelo identificar con los opositores a Aduanas, con los amanuenses de los conventos y con las gafas de pasta, la raya a un lado y el color gris plomo. Tiene voluntad el que no tiene otra cosa. O, en otras palabras, es la virtud de los mediocres. En el otro lado están los brillantes, los inspirados, los superclase: el colorido, la chispa, la verborrea y la espontaneidad, las poesías imprevistas y el torrente descontrolado de ideas geniales.

Sin embargo, desde siempre, he observado (con estupor) que la sociedad valora mucho los logros conseguidos con tenacidad, más que los surgidos de una idea brillante (claro que las ideas brillantes que sirven para algo suelen tener mucho trabajo detrás, pero eso es otra historia). A lo que iba, que los logros brillantes y espontáneos se aplauden mucho menos que los logrados por esfuerzo. ¿Por qué?

1- Quizá porque se piensa que la brillantez es un regalo del azar y la naturaleza, mientras que los frutos del tesón están al alcance de cualquiera que los quiera, sacrificando mucho... y esa persona, en concreto, ha elegido perderse cosas para conseguir un objetivo. El haber sacrificado algo para conseguir un producto lo hace, al parecer, más valioso que si nace de una habilidad genial. El católico valor del sufrimiento, ya saben.
2- Quizá porque al genio nunca podremos parecernos, y sus cimas nos son inalcanzables y, quizá por ello, no nos gusta que sobresalgan. ¿Cómo voy a considerar muy valioso algo que nunca podría hacer? ¿Dejarán de valorar los demás mis logros si fomento el culto a lo excelso y no a lo trabajoso (que es lo que siempre estará a mi alcance)? Ay, la sana envidia patria...
3- El valorar más el esfuerzo para muchos es una cuestión educativa. Dado que es mejor alentar en los demás la tenacidad, que a largo plazo da mejor resultado... lo premiamos. Y a lo demás, lo ignoramos. Por favor, no se equivoquen. Alentar la genialidad no es fomentar la cultura del "pelotazo", del éxito fácil y efímero (a lo euromillones/gran hermano). Tampoco es fomentar la idea de que los logros son fruto solamente de una mayor capacidad, de modo que los poco capacitados están destinados a tener poco o nada (a lo darwinista trasnochado y mal informado). Esas dos tendencias, tan de "hoy", son casi contrarias a la genialidad; no oirán a ningún verdadero genio que las practique.

El caso es, contra toda lógica para mí, que entre la brillantez y la tenacidad, lo normal es apreciar (casi) solamente la segunda. La tozudez, la persistencia, el insistir.

Es cierto que sin la segunda, es difícil llegar a ningún sitio. Incluso las actividades que exigen más brillantez, en principio, también exigen bastante voluntad, sacrificio y trabajo constante. Las bellas artes, la música o la literatura, que sin perseverancia dan para una primera brillante novela o para un único single, pero nada más. Hay que levantarse y escribir cada día, como Umbral, Gala o Woody Allen, te apetezca o no, estés inspirado o no, para ser un grande. Y en la ciencia, tres cuartos de lo mismo ¿Para que sirve una brillante idea si luego no tienes la capacidad de estar en el laboratorio los tres meses a trece horas diarias que hacen falta para ponerla a prueba? Ya se lo digo yo: para pensar "¿por qué no habré hecho algo más antes de que me lo pisase aquel chino?".

Pero que la tenacidad sea necesaria no implica que la genialidad deba ser despreciada o minusvalorada. Una cosa es que para ser un gran X haya que hacer grandes esfuerzos y otra, muy diferente, es obviar/ignorar/despreciar las cosas que no son exclusivamente fruto del trabajo.

La voluntad, la cultura del esfuerzo y del sacrificio son imprescindibles. La genialidad es refrescante. Y lo cortes no quita lo valiente.

Total, que no por genialidad, sino por esfuerzo, me he hechos dos kilometros a braza esta mañana. Como ven, cualquier cosa se puede lograr con interés, voluntad y tiempo. O, como decía el mismo padre (el mio): "Cojones manda en fuerza".

Lo genial es que no me está haciendo adelgazar, sino engordar.

No hay comentarios: