24/12/08

Incunables.

Ajeno a las modas que vienen y van.

Hola a todas:

¡Menuda fiesta la de la otra noche! ¡Menuda despedida de año en el curro! ¿Estuvieron allí? Inolvidable, ¿no? Y eso que parecía que iba a ser lo de siempre, esa especie de coctel entre gente que no se conoce demasiado pero que convive íntimamente. Los sándwiches y la empanada, la tortilla fría con ali-oli, las conversaciones tan frías como la tortilla, la borrachera inútil del compañero de despacho, el blablabla sobre el vestido escotado de la nueva, la estratificación por edades y disciplinas...

¿Ah, que no estuvieron? ¿Que no saben de lo que hablo?

Pues de una fiesta de navidad de empresa que salió bien. En el sentido de que los asistentes lo pasamos bien, y no fue un mero tramite de esos de "ir y no caer mal, pero tampoco perder puntos siendo demasiado ...." (rellenar con cosas como gracioso, simpático, lanzado, sobón, lameculos...).

¿Por qué funcionó? Pues un montón de elementos, entre los que no peco de vanidad si destaco mi intervención. ¿En qué modo? Pues en tres interesantes papeles:
- Poner música muy bien elegida.
- Bailar sin pudor esa música tan bien elegida (nadie puede sofocar una sonrisa ante un tipo de cien kilos y camisa a cuadros bailando "Don Diablo"... y no soy gay)
- Fomentar que las chicas se animasen a bailar (esto es muy muy muy fácil en cuanto están algo borrachas y, simplemente, pones música rumbosa y no tienen que ser ellas las que se lancen).

Obviando mi interesante papel (y divertido... una vez que a uno le deja de dar miedo hacer el ridículo), mis saltos, mis voces, mis movimientos convulsos, mis ropas, cuadriculadas y con coderas, vamos a meditar sobre la música. Y sobre el baile.

Grandes ventajas de las canciones horteras: 1- suelen ser animadas 2- se pueden bailar sin miedo a hacerlo mal, porque hacerlo mal es modo natural de bailarlas 3- se las sabe todo el mundo, viejos o jóvenes, lo que fomenta el cante con base de berridos y el seguir el ritmo con la puntera. Evidentemente hay grandes detractores de las canciones horteras, que sostiene cosas como:
...son malas musicalmente y las letras dan vergüenza ajena. Vale, pero es que no queremos escucharlas en una sala de conciertos. Ni siquiera en el coche en un atasco.
...bailarlas es ridículo y me hace perder mojo. Pues nada, tenemos un fiestón animado con Wagner o con Sonny Rollins o con John Lee Hooker y nos vamos innecesariamente ebrios y aburridos a las once a casa. Eso sí, con todo tu mojo intacto.
...no me gustan. A mi tampoco. ¿Y que? Tampoco me gusta el puré de espinacas o Aída, pero entiendo que tiene sus virtudes y, por tanto, lo consumo (a veces con la nariz tapada).
...Me da vergüenza, propia y la que me causas tú. Bueno, lo entiendo. Se soluciona bebiendo un chupito de ron o bien dando culetazos a una moza acompasadamente al ritmo del dudua de "Busca lo más vital".

Igual no han caído aún en que llamo "música hortera". Pues es esa que casi nadie reconocería oír pero que casi todo el mundo conoce. "Melancolía", "Olvídame y pega la vuelta", "She bangs", "El tractor amarillo", "Caramba", "Limbo rock", "Desátame", "Marta tiene un marcapasos", etc. Vamos, lo que sabe tocar cualquier banda medio decente que toca en las fiestas populares. Y su abuela y la mía.

Meditación 2, que si tuviese tiempo y ganas trataría de fundamentar científicamente, pero es nochebuena y la cena me lo impide. A lo que iba. ¿Por qué a TODAS las mujeres, una vez que pierden la vergüenza, les encanta bailar? Desde las niñas que dejan muestra de su arte en el youtube a la catedrática que me pidió compartir con ella una copla. Desde la bailadora semiprofesional de salsa, pasando por la que gesticula haciendo de Olivia en Grease, la que ensayaba coreografías de Mónica Naranjo con la escoba o la alemana rígida pero sonriente. Y todas están encantadas (una vez que alguien rompe el hielo de hacer el ridículo, porque, por mal que lo hagan, no harán el ridículo por comparación). Por el contrario los tíos suelen limitarse a mover una pizca el culo y las puntas de los pies sosteniendo una copa y una sonrisa. Y limitan sus intervenciones bailísticas a los grandes éxitos del heavy-punk (en su modalidad soft, en plan "La fiesta medieval" o "The final countdown") o a la Lambada si tienen objetido definido y dispuesto.

¿Será una cuestión atávica que se conserva desde la prehistoria o de la época de los guateques, en que unos miran y otros han de hacerse ver? ¿O será un problema de miedo al ridículo, amparado en alguno de los supuestos "anti-pachanga" antes expuestos? ¿O es que a los tíos no nos parece tan divertido coordinar el movimiento de las caderas con el de los hombros como a ellas?

El caso, que la pachanga y las mujeres dispuestas a disfrutar de ella dieron vida (y larga) a nuestra fiesta navideña... A ver si dura la moda. Tampoco debe ser tan malo, si al final la mierda de siempre es la mierda que gusta, ¿no?


P.D. Dice mi hermana que no. Que jubile ya las camisas a cuadros, que el grunge está más caducado que un Rialcao. Que parezco la caricatura de una lesbiana barbuda, la viva imagen de uno de Valsaín o Earl el de "Mi nombre es Earl". Y, si encima bailo, el gordo maricón (¡¡¡¡no!!!!) de 4 bodas y un funeral.

Creo que los Reyes me van a traer camisas lisas.

21/12/08

La cena del burguer.

Haremos una guerra de muslos de pollo, de hogazas de pan, de conchas de centollo.

Hola a todas:

En esta época tan propicia para comerse la cabeza y echar de menos o más a la familia según falte o no, en que nos acordamos de los seres queridos y en que, para dejar de quererlos un poco, nos reunimos con ellos para comer marisco y destripar a los cuñados, en nochebuena con mis padres y en navidad con mis suegros, quiero hablar de las tradiciones.

¿De dónde nacen? Pues, supongo, de repetir un acto reiteradamente en el tiempo (desayunar juntos los lunes, ir juntos al poblado a comprar cocaína) un número razonable de veces hasta que, por aquello de que el roce hace el cariño, se nos hace imposible pensar en llevar a cabo tal acto sin esas personas (y lo añoramos si es que un día, porque está de vacaciones o porque se le ha llevado el sida, no puede venir).

¿Para qué sirven? Las tradiciones deben ser beneficiosas en algún sentido, porque proliferan con relativa facilidad. Una de las razones por las que, creo, son ventajosas es porque, si las comparten al menos dos individuos, sirven de punto fijo en el tiempo para encontrarse con los otros cofrades y hacer algo determinado, divertido (darse regalos) o no (un funeral). Algunas tradiciones implican a muchos (las doce uvas o el desfile del 12 de octubre, creo) y otras a uno o ninguno (la colada de los viernes).

¿Cómo y dónde se ubican? En general las que afectan a muchos se suelen colocar en momentos en que hay algo que celebrar en común (la llegada a América, el nacimiento de un niño judío y su posterior muerte), aunque, de estas, muchas son meras excusas (san Juan es el solsticio de Verano, san José la llegada de la primavera, la virgen de Agosto el comienzo de la vendimia y así). Muchas de las que afectan a pocos, también consisten en celebrar la duración de algo (un año de boda, un año de nacimiento, un mes en el paro...). Muchas se celebrán en la intimidad del hogar paterno, aunque algunas exigen espacios púbicos, por el número de asistentes (como la puerta del Sol o el campanario de la iglesia del pueblo).

A mi me gusta mucho generar tradiciones, pues me dan cierta certeza de no perder el contacto con gente que he querido (excluyendo la existencia del teléfono, el correo postal y el facebook, claro). Si la gente se acuerda y viene, además de recordar los viejos tiempos y ponerte al día en las pocas cosas que nos suelen pasar en la vida, también se pueden estudiar (y comentar) detenidamente los cambios que el tiempo causa a los asistentes (sobre todo si los ves de año en año), en las parejas de los asistentes (esto en voz baja y haciendo grupitos) y en los asistentes de otros años este año ausentes (y sus parejas, claro).

De todas las tradiciones que he impulsado, con diferente éxito (de las partidas los martes en mi casa nunca más se supo tras el primer resacoso miércoles, y la comida del domingo con invitado sólo duró una temporada), la que más me gusta es la cena del burguer. Nació de estar hasta los cojones de tener que reservar mesa con antelación y que luego nos clavaran miserablemente por comida malucha para cenar con los compañeros de carrera. Por eso es en el burguer (comida malucha pero barata y sin problema de sitio). La fecha también quedó fijada en el último día de clase antes de las vacaciones (o, a lo más, ese fin de semana). Y los invitados son todas aquellas personas que, a lo largo de nuestra trayectoria universitaria, nos hemos ido topando (eso incluye gente con la que fuimos a clase y, por acumulación, varias generaciones de gente a los que les hemos dado clase). Todos son muy bienvenidos, pero a mi me hace ilusión ver a los que menos veo (esto es, a los compañeros de promoción que no han seguido en la ciencia y que se han puesto a tener hijos y hacer dinero con desigual suerte).

¿Recuerdan el post de mi cumpleaños? Ese en que me extrañaba de la caída de la edad media de los asistentes a mi cumpleaños, y me preguntaba donde estarían los viejos amigos. Pues no se donde estaban, pero si se donde estuvieron anoche. En la cena del burguer. Media de edad, referida a mi, +0,6 años, y sólo un 23% de mujeres. Un exitazo.

14/12/08

Autocompensándome.

Palabras sólo como pasatiempos.

Hola a todas:

¿Saben en lo que consiste hacer una promesa?

¿Seguras?

Por si alguna no cae, consiste en decir que vas a hacer algo, y luego hacerlo. En plan "te prometo que fregaré los platos toda la semana...". A veces van con premio explícito ("...si me la chupas") o a veces implícito ("... y así no te enfadas cuando te diga que me he cargado el Polo"). Uno puede hacer una promesa a su novia ("te querré siempre"), a su padre ("me cortaré las melenas cuando deje de estudiar") o, a veces, a seres superiores pidiendo prebendas.

Yo soy muy de cumplir lo prometido (y ahora tengo el pelo corto y las quiero muchísimo a las dos). Pero ese no es el tipo de promesas del que quiero hablar (aunque tiene relación). Hoy voy a por las promesas a la virgen de la Armatosa (o similar).

Porque también soy muy de pedir favores a seres superiores... y, a cambio, les ofrezco sufrimientos futuros, monotonías futuras o atenciones futuras.

Sí, es raro. Sobre todo teniendo en cuenta que me considero más ateo que agnóstico, más biologicista que espiritualista y más sensato que imbécil. Y, aún así, le prometo cosas a alguien a quien no doy nombre, ni pongo cara... pero que puede hacer que las cosas ocurran, más allá de mí mismo.

Será un recoveco que dejó en mí 17 años de educación en el catolicismo (aunque mi "dios" no es un tipo benevolente y perdonador, sino más bien frío, cruel y justiciero, como el mataniños del antiguo testamento, los dioses vikingos o los terremotos). O quizá sea un atisbillo de la locura repetitiva por controlar lo incontrolable que putea, en forma de obsesiones, a parte de mi familia. O simplemente un recodo del castellano viejo que vive en mí, pragmático y materialista, que me posee y te responde un "por si lo hubiere".

De todas las opciones que barajo como causa (todas válidas y posiblemente todas indudablemente ciertas) yo me quedo con la compensación. Les cuento mi idea, por si gustan: imaginen que pido un premio Nobel... Ay, por favor, haz que me concedan el premio Nobel.... que me vendría estupendamente para conseguir una plaza fija en la universidad... Si me lo conceden:
- me iré andando hasta Navalmoral de la Mata, ida y vuelta, de espaldas y cargando 10 kilos de patatas, para demostrarte mi abnegación a ti, mi capacidad para sufrir en tu nombre y... y lo gilipuertas que soy.
- dejaré el coche en casa los próximos seis meses y así contribuyo algo a arreglar tu planeta, que está hecho un asquito
- dejaré de intentar ligarme a las mujeres casadas o emparejadas los próximos... seis meses, dando así satisfacción y bienestar relativo a un montón de potenciales cornudos

Ahora llega el día de la concesión de los Nobel. Si me lo dan.... Ole, ole, ole, mis huevos y los de mi dios, tengo el Nobel (alegrón y plaza fija, aunque ahora me queden varios meses de hacer el panoli... pero contento porque tengo el Nobel)
No me lo dan... Vaya putadón, que no me han dado el Nobel... Eso sí, me estoy ahorrando cargar con las patatas, que además ahora las podría llevar en coche, si me da la gana, y acompañado de mi compañera de trabajo esa que me habla todo el rato de lo poco que la quiere su novio... No tengo el Nobel, pero la de cosas que me he ahorrado.

Vamos, es lo que se llama diversificar las inversiones/alegrías. Es tratar de encontrar algo positivo en la frustración de un deseo. Aunque, a la vez, es cargar un poco de sufrimiento los triunfos, si llegan. Pero, personalmente, prefiero las tibiezas, la alegría tibia y la tristeza aliviada, que las montañas rusas (cuestión de gustos).

Acabo de notar que, últimamente, me esfuerzo mucho en sacar oro del lodo... ¿será el miedo a la plaga de matrimonios? ¿A la crisis? ¿Al día del juicio? ¿A seguir soltero 5 años más?

¿Se contradicen la cuarta y la primera pregunta? Rotundamente no.

10/12/08

Lo que me dijo anoche Ted Danson.

Los enemigos de mis enemigos también son mis enemigos.

Hola a todas:

El otro día viendo Damages (viéndola acabar) tuve una revelación (envidiosa) con algo que dijo Mr Frobisher/Ted Danson. Y era algo como "antes, como te pasa a ti, yo lo pasaba fatal teniendo a mis adversarios cerca... pero ahora, lo disfruto".

!Qué genialidad! ¡Qué sabiduría! ¡Disfrutando de lo incomodo!

Lo que me gusta es que no va en la linea fría y calculadora de la espía rusa o la hembra de mantis religiosa. No es en plan "me se de memoria el arte de la guerra", soy un estratega, se sonreír a Satanás, se casarme con Barbazul, se chupársela al abogao de mi exmujer. No es esa clase de relación (defensiva y proto-traidora) con quien odias, no lo hace por aquello de es "es importante tener cerca a los amigos, pero a media palma menos está bien tener a los enemigos"
No. Es un tío pasional, de sangre caliente, de esos que se emocionan con el vals de las bodas, llora con los anuncios de la DGT y se mete en una pelea porque han hablado mal de Nuria Roca. Una de esas personas que, antes, por ser tan sensible, se le daba la vuelta el estómago (y a las pelotas) cuando tenía que estar al lado de alguien que le odiaba.

Ted Danson (bueno, su personaje) logra el más difícil todavía: encontrarle gusto a lo incómodo. Al calzoncillo que roza, al zapato calado, a tu cuñada. A la invitación a Fernet cola. Al bautizo del priomogénito del director de ventas. Es el culmen de la superación de los sentimientos desagradable, convirtiendo lo molesto en un placer. Es el masoquismo pragmático que vendría bien aprender, la capacidad de convertir la perturbación que nos produce la animadversión de nuestros semejantes en una perturbación agradable.

Que esto exista es una alegría (potencial) para los ñoños como yo. Ahora que hay enemigos por doquier (¿cuándo no?), a ver si aprendo a disfrutarlos en vez de alterarme cuando están cerca, pasando del "disimula que se te nota" o el "te voy a partir la cara... aunque no me conviene" directamente al orgasmo. Me encantaría poder estar a su lado, pero no como una vívora, tolerando, esperando mi momento de venganza... sino como un auténtico demente, disfrutando del miedo, el desagrado o la preocupación que me causan. ¡¡¡Viviéndolos!!!

¿Es sano? Lo dudo. ¿Es práctico? Menos. ¿Es divertido? Parece que bastante. ¿Dónde está la academia de masoquistas? Ni idea (¿En un colegio del Opus?, ¿En Budapest?, ¿En mi pueblo durante la recogida de la cebolla?...).

Si alguna de ustedes sabe el método, que me lo diga, que yo ya he encontrado el sitio donde ponerlo a prueba. Se recompensará generosamente o con dolor, según se prefiera.