2/5/08

Odio de clase.

Yo como firmé un contrato no puedo parar.

Hola a todas:

Más efemérides (y van tres seguidas).

Tal día como hoy (más o menos):
a) Un montón de valientes descerebrados en Madrid, en Móstoles y en Bailén decidieron partirse la cara contra el opresor francés y contra el no tan francés. Les dieron bien, antes de echar a los gabachos y también después.
b) Un montón de estudiantes se levantaron en Paris contra nada o casi nada... arrastrando a los sindicatos y forzando unas elecciones. También les dieron, pero solo palos. Más divertido fue para los que se levantaron en Praga...
c) Los sindicalistas de los que hablábamos ayer… por las calles de Chicago (¡que yo tanto conozco!).

En fin, la primavera, que debe ser que sí que altera: ¡Qué bonito está Tian'anmen en junio! ¡Y Ciudad del Cabo en octubre!

¿se ha analizado (seriamente) si hay más revueltas en primavera? Diría yo que sí. Será porque hace buen tiempo y apetece reunirse… y de ahí a enfadarse median dos cervezas. O que al comparar como florecen las flores y los patos con nuestra vida uno se solivianta.

Observación no muy perspicaz: las revoluciones sociales siempre las llevan a cabo gentes oprimidas que se revelan. Supongo que porque el que menos tiene, menos arriesga y más necesita. Y me parece que, en general, ganan bien poco, ni ellos (que normalmente mueren o casi mejor que hubieran muerto) ni los suyos. Sin llegar a ver realizado su ideal, o, peor, para ver como el ideal se deforma para convertirse en otra forma de opresión, mejor camuflada. No quiero decir que los de arriba se mantengan pese a las revueltas. Esos pagan el pato, pero llegan otros. ¿Será que el destino de las sociedades es que siempre haya alguien arriba y alguien abajo?; ¿“Todo tiene que cambiar para que todo siga siendo lo mismo”?

Sea en balde o no, casi siempre pringan los mismos. No es que en las revueltas no haya gente “bien”, o que ellos no palmen… Pero menos, sea porque ellos se levantan contra sus padres, o porque “los feos somos más”, el caso es que siempre hay más victimas entre la clase trabajadora/baja.

Y cuando pienso en esto me hierve la sangre. Y es a esto a lo que llamo “odio de clase”.

Se que es gratuito, completamente. Me siento oprimido, siento que alguien me roba la felicidad y la libertad y se beneficia de ella… y no tengo derecho (léase “la libertad os hará… ¿libres?” en caso de duda). Levantarme ¿contra qué?, ¿Contra despertarme a las 9, salir de copas los jueves y acumular 200 DVDs en casa?
Es 100% calentura y boquilla, es ira gratuita por creer que algunos viven mejor a costa de otros (que yo considero “los míos”). Ira gratuita por creer que algunos lo han tenido más fácil. O envidia gratuita, yo que se.
Ya ven que en cuanto me pongo a profundizar me desinflo, me siento ilegítimo (porque lo soy), un sublevado impostor.

Y, aún así, con la razón en su contra, el rencor no desparece, sigue ahí, con su pátina de envidia. Rencor contra la alumna que un día me dijo "eres majo para ser de barrio". O contra el colega que fue a las manifestaciones del 0,7% en su mini. O al que habla de la revolución social y luego tiene clase en el club de tenis. ¿Por qué? Bien mirado no tengo nada que envidiarles, no lo he pasado peor...yo también disfruté y supe explotar bastantes privilegios... ¿Y entonces? ¿Por qué?

Pues, como decía mi padre y a veces el maestro Sabina, nos sobran los motivos.

Todas las estructuras sociales animales, si me permiten la generalización, presentan jerarquías. Estar sometido a una jerarquía genera estrés en los individuos, incomodidades. Desde el macho morsa dominante que persigue y pelea con todos los que quieren “saltarse” la jerarquía y fecundar a sus hembras hasta el pobre lemur de cola anillada al que se le agrede gratuitamente simplemente por su bajo estatus. En general estar sometido a estrés causa estragos en el organismo, porque los mecanismos fisiológicos enfocados a mitigar el estrés (la subida de la presión arterial, la interrupción de la digestión…) resultan perjudiciales si se mantienen activos demasiado tiempo. Es más, puede llegar a causar modificaciones permanentes en el organismo permanecen activos un periodo muy prolongado. Efectos como la práctica desaparición de los testículos, el retraso indefinido de la madurez sexual, hipertensión basal, cambios neuronales permanentes afectando a la habituación y el aprendizaje, mayor nivel basal de glucocorticoides, mayor tono cerebral de las benzodiazepinas naturales…

Seguro que se han dado cuenta de que los humanos estamos sometidos a una jerarquía. Y también que la situación que uno ocupa en ella estresa. Con la diferencia que ante la señal “dios, ahí viene el macho alfa y parece cabreado, a ver como capeamos el temporal” los mecanismos para superar el estrés (esconderse o humillarse) funcionan. Sin embargo si lo que se avecina es el ataque inminente de los números rojos, el pago de la hipoteca o el no encontrar trabajo, salir corriendo funciona regular.

¿Saben que entre los seres humanos las clases menos favorecidas gozamos de índices de salud considerablemente menores? Y no hablo en Lagos o en Chiapas… hablo de las sociedades humanas occidentales, las “avanzadas”. Nuestra esperanza de vida es algo menor, nuestros bebes pesan menos, estamos más expuestos a enfermedades de todo tipo (cardiacas, reumatoides, psiquiatritas…). En principio se puede intentar achacar a que el acceso a la sanidad o a la alimentación de calidad es menor. Y, sin embargo, ambos factores se controlan en estos estudios. Otra opción, muy del gusto de alguno, es que las clases menos favorecidas somos “peores” genéticamente… Pues no, esa posibilidad también ha sido descartada.

¿Qué explicación cabe entonces? Pues que ante las diferentes situaciones a los que nos enfrentamos en nuestra sociedad, son las clases desfavorecidas las que sufren más estrés social, más “hondas” preocupaciones: la hipoteca, el perder el trabajo, el cuidado de los críos…. En fin, casi todas solucionables con dinero, pero algunas también vinculadas al estatus.

Y tanto estrés sostenido tanto tiempo en un primer paso logra alterar nuestro modo de pensar, siempre un poco preocupados, siempre un poco más cautos, siempre más proclives a que salten los mecanismos de respuesta al estrés (psicológico). Y en un segundo nivel no sólo afecta a nuestra idiosincrasia, sino también a la forma en que nuestro cerebro funciona, a como procesa las señales que vienen del mundo. Y, por si les parecía poco, se tarda varias generaciones en que estos cambios en la fisiología y la microanatomía desaparezcan, porque un padre estresado educa a su hijo a ser estresado. Seguro que ahora entienden las diferencias de actitud entre nuevos ricos y pijos “de toda vida”.

Ya ven, el bajo estatus social deja huellas imborrables en nuestro organismo. En la glándula suprarrenal, el corazón o el cerebro. Y no por lo mal que comemos o los poco que nos duchamos… por el estrés que sentimos. Uno es “obrero” por dentro, por bien que le haya ido en la vida, de ingeniero, con la Primitiva o con el pelotazo inmobiliario.

Así que ya están avisadas… conmigo podrían disfrutar de los placeres que brinda el discreto encanto de la clase trabajadora: las sublevaciones íntimas en primavera, la búsqueda de las ofertas más baratas en vuelos y yogures y el compadreo ridículo con los albañiles en el bar.

Tengo hasta un mono azul con mugre, por si les interesa la de “Soy el fontanero, que venía a revisarle las cañerías”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aha, el stress... una razon mas para abrazar la vida de estrella del rock que llevamos.