11/5/08

Mi sociedad gastronómica.

Sopas de sobre, ¡no!

Hola a todas:

Mi primera foto en este blog (salvo el cuadro de ahí al lado).



Eso que han visto es un cocido madrileño (sin morcilla). No tendría mayor interés excepto por el detalle de que está realizado íntegramente en Edimburgo, una ciudad en la que no es fácil encontrar todos los ingredientes. Lo cual demuestra que soy un excelente proveedor de alimentos sanos y equilibrados. Y que sé de tareas domésticas. Y, por tanto, que soy un gran partido.

Mientras alguna de ustedes se decide a compartir mi mesa y mantel (pa empezar), en esta casa damos de comer a exiliados, españoles y extranjeros, los domingos. Grandes joyas gastronómicas peninsulares de ayer, hoy y siempre: macarrones al horno, unas judiitas blancas o el fotogénico cocido.

Cuando éramos más jóvenes ya hacía yo, en sano complot con mi compañero de piso, comidas domingueras. En las que invitábamos a viejos amigos, a nuevos amigos y a chicas que yo me quería ligar. Y a su novia.

Me encanta cocinar. Me encanta compartir lo que cocino. Y me encanta conversar mientras comparto primero, segundo, postre, café, copa y puro. Es la única manera que me parece eficaz para fomentar que las personas se desnuden, se dejen conocer. Para profundizar en los siempre y asomarme a los nuevos. Ya me dijo alguien que comer es el método que yo empleo para encontrar a los demás interesantes. Y para darle pinceladas de rosa a la vida. Yo más bien creo que no está en mis ojos, sino que es cierto que la gente se abre más delante de un guiso humeante. Porque disfrutar de una comida casera (no de diseño) en una casa (no en un restaurante cool) es una situación muy íntima, en que las personas se encuentran cómodas, arropadas, domésticas. Y que por eso son más ellos, se dejan las caretas, el maquillaje y el vestido de faralaes debajo de la servilleta y se disponen a mancharse los carrillos con salsa de tomate y a que se les vean los alambres. Sin miedo ni vergüenza ni pudor.

Pero sea mi vista, o sea que de verdad comiendo la gente se "suelta", el caso es que el protocolo de traer invitados los domingos es una de mis actividades favoritas. Antes lo hacía mucho. Pero en los últimos años la cosa ha decaído, quizá por falta del público adecuado, quizá por el declive publicitario que padece la dieta tradicional/mediterránea... quién sabe. El caso es que he ido a caer en un sitio donde, sin quererlo, he resucitado una de mis más amadas tradiciones. A ver qué preparo este domingo. A ver qué me cuentan. A ver qué les cuento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente es una foto, para quitarse las gafas.