13/11/07

Límites infranqueables.

Mi puño de tu cara lo sacarán con forceps

Hola a todas:

Que conste que se que este post va a complicarme la tarea para la que este blog fue concebido (junto a cosas como "no me gusta viajar" o "soy un tío más bien gordito"). Aún así me parece un tema interesante sobre el que meditar.

Este fin de semana, en mi despendolada vida, he pasado uno de esos ratos que creía irrecuperables. La trama de interés comienza cuando cerraron el bar de Lavapies donde estábamos unos pocos "haciendo el jipi" (bueno, alguno debía ser jipi de verdad). En ese momento nos fuimos los presentes (dos parejas, una soltera y dos solteros) a un bar de barrio en la periferia norte (que tiene el don de no cerrar cuando los demás, sino dos o tres horas más tarde). La música bien y el público el esperable: una tía por cada diez capullos y de cada diez capullos, nueve que no habían pillado esa noche y andaban desesperados y, además, borrachos como cubas.

Nosotros, que llevábamos una buena recua de chicas (quiero hacer notar que todos ellos, chicos y chicas, no llegan a los 25... cosas de currar en una universidad) empezamos a bailotear, aprovechando que todos nos sabíamos las canciones por haber sido grandes éxitos en veranos de los noventa. En fin, quien dice bailar dice hacer el ridículo.

Por ambas cosas, más por el alto índice de hembras que por la maestría en la danza, llamábamos la atención. En concreto, junto a nosotros, había entre 15 y 20 veintañeros rasos bailando, todos nacidos en casa bien, crecidos en un gimnasio y potenciales estudiantes de económicas. En su desesperación empezaron a ligotear con "nuestras" chicas (ante la, para mí, sorprendente indiferencia de sus novios). A causa del nulo efecto que tuvieron sus aproximaciones ("quizá porque lo sabían, los novios pasan de líos", pensé yo) se enfurruñaron. Y enfurruñados les daban a las chicas empujones muy violentos "haciendo" que bailaban (ahora no había excusa: los novios ahí, como el que espera el autobús). Cuando una de ellas les echo la bronca escondieron las orejas para comenzar a, sorpréndanse, escupirle mientras ella les daba la espalda. Que tensión.

Cuando "el tío mas duro del bar" estaba a punto de emitir un segundo gapo el gordo gafotas del bar le metió una hostia que le tiro al suelo a él y al amigo al que estaba abrazado. Tras patada en la cabeza del amigo (nunca pensé que me atreviese a hacer esto que parece tan "letal"), el susodicho gordo se abalanzó sobre el tío más duro y, mientras le estrangulaba con la izquierda (hasta que claramente se le vio en los ojos la idea de "ahora es cuando me matan"), empleaba la derecha para sacudirse imbéciles/sacudirle a él en la cara.

Gracias a dios a) "nuestras chicas" nos separaron, porque le habría matado por asfixia y necesitaba una excusa buena para soltarle b) eran unos pringaos, porque entre 20 nos hubieran molido a palos.

Los sangre-de-horchata de los novios fliparon, ellas fliparon y los niñatos fliparon. Eso si, los chavales tuvieron el buen criterio (en mi beneficio) de irse del bar (algunos) o pedirnos explicaciones (otros). A éstos, evidentemente, les convencimos de que su amigo era un hijodeputa y de que se lo merecía (gracias a dios había chicas con ellos que enseguida se solidarizaron contra el macho dominante y violento con "nuestras" chicas). En cualquier caso el macho herido exigió a sus amigos que nos esperaran a la salida (ya eran las siete). El pobre tenía la sangre encendida, el orgullo magullado y dolor en la garganta (y, aunque lo ocultase sacando pectorales, miedo en los ojos). Hablamos y aunque el quería vengarse ni sus amigos parecian querer secundarlo ni él encontró excusa para ello mientras hablaba conmigo. Nos fuimos y en paz. Espero que antes de hacer el chulo de patio otra noche que no folle, el chico este se lo piense (yo también tengo que aprender a valorar el número de aliados y adversarios, por cierto).

Una última consideración. M, la chica que fue escupida, por primera vez en mi vida no considero que soy un energúmeno por tal acto, sino que me lo agradeció.

Y yo les juro que la mayor parte tiendo en pensar, a mis treinta añazos, que no hay casi nada que no se pueda arreglar hablando. Pero a veces la sinrazón es tal que pasamos a aplicar el "quien da primero, da dos veces", que decía mi padre.

¿Dónde está el límite infranqueable? ¿Donde debe acabar la tolerancia y empezar las hostias como panes? Y, sobre todo, ¿Consideran que mi acto es razonable y valiente o bien piensan que debería volverme a las cavernas del sur de Madrid de donde nunca debí salir?

3 comentarios:

Roke Iñaki Oruezabal dijo...

Hiciste lo que había que hacer...Nadie salió físicamente herido y el inadaptado probablemente no vuelva a repetir su vituperable acción.

Anónimo dijo...

La verdad es que es una situación en la que caben dudas. Por mi parte creo que lo que sobra es la patada en la cabeza, solo quedan bonitas cuando el tio está aún en pie, aunque se necesite cierto espacio para sacudirla. Pero creo que la desventaja justifica la contundencia. Con parte de la compañía que tenías estuve a punto de verme en una situación similar pero que afortunadamente se se solventó pacíficamente. Creo que 10 contra 2 no era muy buena proporción y en la negociación de paz pensaba "a este golpe en la traquea, al otro a la rodilla y con un poco de suerte dejo dos lisiados antes de que me maten". ¿Por que la gente se vuelve tan violenta? con la pereza que da.

Tío Marvin dijo...

Yo tampoco soy partidario de la violencia, pero los hechos que cuenta me parece que justifican su acción. En cuanto a lo de la patada en la cabeza, pues supongo que en esos momentos es difícil mantener la sangre fría y calibrar los daños colaterales. Un saludo.