28/11/07

Fue en mi cumpleaños.

Piensate bien que vas a hacer, una buena juerga o desaparecer.

Hola a todas:

Ayer comencé mi trigésimosegundo año de vida. Esto es, mi madre me dio a luz hace exactamente 31 años, un día y unas horitas.

¿Qué tal fue mi cumpleaños? Pues, como siempre, un poco gris. Porque noto más a los que no están que a los que están. Es como las Navidades. O cada noche en mi cama.

Primero pesan, los que casi seguro que no volverán, salvo que medie algún acólito de Iker Jimenez. De esos que recuerdas cenando o riendo o soplando las velas contigo. Esto lo considero normal.

Segundo, los que aún te podrías encontrar algún día en el Rastro o en una cola del paro, pero de los que no tienes teléfono ni domicilio conocido. La posibilidad de encontrarlos existe, pero la probabilidad es del estilo de los del TIPO 1. A estos los recuerdas en semejantes circunstancias (soplando y riendo y cenando), pero duelen menos. Porque, normalmente, es gente que apreciaste pero a los que no querías tanto como a los de la primera categoría. Porque si los quisieras muchísimo, no los habría perdido de vista.

Tercer modelo. A estos los echo de menos, pero considero ya que es una patología. Son los amigos a los que quieres mucho y han tenido a bien emigrar, ya sea a un país extranjero o a casa con su mujer. En cualquier caso no están. Claro que te llaman y te cuentan. Pero no vienen antes a cortar queso para la fiesta, ni se quedan a la enésima audición, borrachos de vino, del disco Rojo de Los Secretos, ni te regalan una camiseta de Mazinger Z y un litro de helado. A estos los voy a ver mañana o en seis meses, pero los voy a ver seguro (porque tengo películas suyas, o libros, o su bicicleta o el amor incondicional de su novia). Aún así los echo de menos y sufro muchísimo.

Cuarto modelo. A las ex-novias. Bueno, a las ex-novias recientes. Bueno, a la última. Esto exige comentario. Te llaman (porque todas te llaman). Porque se acuerdan (al contrario que yo) de la fecha. O eso o (al contrario que yo) saben apuntarlo en el móvil. Y todas duelen un poquito, una gotita. Incluso aquellas que nunca llegaron a ser novias, pero que claramente debieron (de hecho estas duelen un poco más). Pero la última no es ya que duela, es que es el signo inequívoco de que el año pasado era claramente distinto a este, marca el paso del tiempo: un año más viejo, un año más solo.

Total, que mi cumpleaños siempre escuece. Lo mitigo con fiestas, muchas, muy repetidas. Quizá es una misma fiesta que cambia de invitados y de día, una celebración alrededor de evitar sentir que el tiempo se nos va. Y que, al irse, se ha llevado a bastante gente pero, sobre todo, a bastantes maneras de vivir con esa gente.

Podría decir que es un defecto adquirido con la edad, pero la verdad es que desde pequeño he tenido esta sensación de "echar de menos". De que cada momento maravilloso con alguien no sólo es que pueda ser el último, sino que seguramente lo va a ser. Suena muy triste, lo se, este baño innecesario de melancolía y amargura, este anticipar la soledad. Pero la verdad es que a mi me parece que me obliga a exprimir hasta la última gota la presencia de los que quiero.

Así que me voy a mi fiesta. Como no, con vino y queso, con Los Secretos. A estar con los que están para no escuchar a los que no. ¿Vienes?

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