7/6/08

Comunicación.

Me río de aquel castigo Babel

Hola a todas:

Vivir en un país en que no hablan en cristiano es, a veces, muy desazonador. Porque las barreras idiomáticas le dejan a uno, a veces, aislado. Con cara de no saber que le han dicho, que tiene que decir o como se espera que reaccione.

¡¿¡Qué no sabe inglés!?!, cuchichean al fondo...

Para pedir cookies con pasas en la pastelería, averiguar cuanto tarda el autobus o dar media hora de charla sobre mi trabajo, sí. Me sobro y me basto.

Para que alguien te explique por qué le ha dejado su mujer y cómo se siente al respecto, o por qué decidió emplear colores ocres en ese cuadro, o para reírme con los late night shows, no.

¿Dirán que es lo mismo? Pues no, claramente no. Dense cuenta de los verbos empleados: dar, recibir...

Vamos, que no les entiendo. Sobre todo si hablan mucho rato seguido y sobre temas abstractos (como los putos cuadros). Y me dicen por aquí que lo normal es lo contrario, que se entiende antes de que se les pueda explicar cosas complejas. Será entonces que me estoy quedando sordo.
El caso es que en esta situación de indefensión social he desarrollado una serie de estrategias muy interesantes, mas evolucionadas que el conocidísimo "yes, yes, yes" que aplican aquí todos los chinos, que me sirven para quedar como un señor:
1- En las conversaciones, intenta hablar el mayor rato posible... eso llena el tiempo y, además, te hace parecer simpático, sincero y amistoso (eso me han dicho)
2- Cuando veas que se te acaba la mecha, haz una pregunta en que la respuesta sea evidente, al estilo "¿Te gustaría degollar a ese niño?" o "¿Acaso no es maravillosa tu mujer?". La respuesta sólo puede ser una (no en ambos casos), asi que no hay peligro de que no entiendas lo que te quieran decir.
3- Si no has entendido para nada una alocución larga y personal, cambia sutilmente de tema hacia aspectos que puedas "controlar"
4- Y, finalmente, esfuérzate en cazar alguna palabra... aunque sea sólo una, a la que agarrarte. Si no para entender lo que te dicen, al menos para poder aplicar el punto 1 (hablar largo y tendido sobre ello) o el 2 (preguntar acerca de esto de un modo aclaratorio para ti, pero que no evidencie tu ineptitud y te haga ser descatalogado como interlocutor)

En Houston (sí, no es el primer sitio de habla inglesa en el que vivo; ni el segundo... aún así la dureza de mi oído persiste) me tragué una versión diferente de Pulp Fiction. En ella habían eliminado las escenas gravemente violentas (imaginen el resultado) pero, a cambio, había trozos adicionales de metraje que habían sido incomprensiblemente recortados en España. Entre ellos hay una conversación entre Mia y Vincent justo antes de su "cita" en que ella le preguntaba: ¿Eres de los que escucha o de los que está esperando su turno para hablar?

Pues, por lo que se ve y en este contexto, de los segundos.

Sin embargo esta estrategia para mantener una conversación moderadamente interesante me hizo pensar dos cosas: ¿No hago esto mismo incluso cuando hablo en castellano? y ¿todos atenderán tan poco a lo que yo digo como yo a lo que ellos dicen?

Respecto a lo segundo, puede que sí. Pero, la verdad, la supervivencia de este blog porque alguna de ustedes entra de vez en cuando a leerme (no va por tí, mamá) me hace creer que, quizá, a veces digo cosas hasta interesantes que decir. Esto es, algo más me atienden de lo que suelo atender yo (no les quitaré esa idea, pero quizá deberían hacérselo mirar).

Respecto a lo primero, me temo que un poco sí. Por eso una vez alguien me dijo que era mucho más interesante cualquier perro, gato, flor o niño que nos encontrábamos en el parque que su conversación (que la policía no es tonta). Pero no se escandalicen: ustedes también lo hacen. ¿No? Pues sus novios sí, lo juro. Es muy notorio en esas conversaciones que duran horas en que él sólo dice "Sí cariño", "sí", "no te preocupes", "claro" y "vaya putada". Son palabras con las que se tiende un hilo entre monólogo y monólogo y que sirven para ser considerado "un tipo que escucha bien". Aún así a veces le sorprenden a uno con un “¿no crees?” y hay que revisar los archivos recientes buscando una palabra clave que le ayude a salvar el culo.

Lo que me lleva a recaer en un dilema personal que me consume hace tiempo. Y es que si lo importante en la comunicación es que la información que contiene el mensaje emitido sea comprendida por la otra persona, ¿hasta donde llega la responsabilidad del emisor del mensaje en esta tarea? Es decir, si yo te digo "riega las plantas" y tu no las riegas y cuando vuelvo a casa mi jardín parece un herbolario... La culpa es tuya, clarísimamente. Pero si lo que te digo es "ya no te quiero tanto como antes" y tu no pareces darte por aludida, ¿Que se supone que debo hacer? ¿Insistir en el mensaje? ¿Dejarlo estar? ¿Hacerte responsable? ¿Hacerme responsable?

Yo aún te quiero, así que me importa que el mensaje llegue, no tanto sentir mi consciencia tranquila porque "ya te he avisado". Ahora que ya lo he dicho, ¿te puedo mandar a tomar por culo sin más? Seguro que dirán que sí. Ahora piensen que esa persona es sorda, idiota o pakistaní (el mensaje está en castellano). ¿Puedo entonces mandarle ya a la mierda? Pues supongo que dirán que no es lo apropiado, porque está clarísimo que para esa persona es imposible haber entendido mi mensaje y, por tanto, tengo la certeza de que la comunicación no se ha producido.

¿Dónde, entonces, está el límite? ¿Cuándo puedo sentirme tranquilo respecto a mí responsabilidad sobre haber transmitido correctamente el contenido del mensaje?

¿¡¿¡Me están escuchando?!?!

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