22/9/08

Adios Doctor.

Todo tiene su fin.

Hola a todas:

Este post no va sobre la muerte, que podría. Va sobre la jubilación. Que en este caso es un fenómeno parecido en lo que a mí respecta, porque yo no le voy a volver a ver, igualmente.

En fin, las relaciones esas que no son muy centrales, esa gente a la que vemos poco, o que hacemos poco caso: la panadera, el vecino del 2ºD, mi tía segunda Paulita, Terelu Campos... Toda esa gente que ejercen de secundarios en la obra de teatro/novela/película de Ken Loach que todos creemos protagonizar. Que son casi relleno, casi, ruido de fondo. Alguno anda siempre por ahí, dando coherencia. Y los podríamos conocer mejor, si quisiéramos (pero nunca queremos).

Y, sin embargo, tienen mucho valor, mucho peso... Sólo que no se da uno cuenta hasta que dejan de tener líneas. A veces saben mucho de nosotros. Quizá porque alguna vez ejercieron de oído desconocido al que confesarnos. O porque nos espían un poquito. O porque conocían a nuestra abuela. O a fuerza del roce y la familiaridad obligada. A veces nosotros sabemos mucho de ellos. De su olor, carácter y textura. De sus gustos y sus disgustos.

Esta mañana mi neurólogo me ha dicho que el hospital le obliga a dejar de ejercer, que se le jubila obligatoria e inapelablemente (un tipo que ama tanto su profesión que quería seguir allí, de gratis; y no porque no tenga otra cosa mejor que hacer, que he estado en su casa). Evidentemente no le apetece, pero así es el ciclo de la vida. Evidentemente esto tenía que ser así, o significaría algo mucho más grave para mí (y es que sus cuidados no fueron suficientes). Han sido nueve años en que ha conocido a mis novias, mi jefa, mis padres, varios de mis mejores amigos y hasta a algunas de mis pretendidas. Que ha soportado mi estres pre-examenes, post-licenciatura y pre-doctoral, el que causan los artículos científicos por enviar y las rupturas sentimentales. Que prestó oído a todos mis síntomas, reales e hipocondriacos, los valoró y me brindó un "no es para tanto" que siempre sonó más tranquilizador que un "no es para tanto" estándar. Y que me narró jugosísimas anécdotas sobre Pinito de Oro, varios ex-ministros de Suarez y varios reputados neurólogos españoles y no. Sobre como evitar la mili, el Londres de los 70, los comunistas conversos y el ministerio de Educación. Y, de propina, una de mis frases favoritas. O dos: "Ya no tengo edad para aguantar imbéciles" y "Los torreznos alimentan el alma".

Hoy, que es el penúltimo día que le veo, me he dado cuenta de que le voy a echar de menos. Mucho. Y no porque sea el mejor neurólogo con quien he tenido el placer de lidiar. Sino porque es la persona de 65 años más sabia que conozco. Es más, es la persona más sabia que conozco, y hasta hoy no me había dado cuenta.

Adiós, Doctor. Cuanto más pude haber aprendido de usted, de haberme percatado.

Lección de hoy: vamos a ver si valoramos un poquito más a los cotidianos secundarios. Que más de uno traerá sorpresa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

te recomiendo 'la vida sigue igual' de julito iglesias para lidiar con el disgusto

Dr becario