15/7/08

Marchando.

Y aunque allí no quede nadie, y sea para mal, me vuelvo hacia el hogar.

Hola a todas:

Vuelvo.

Como volvieron Torrente, Robocop y Siniestro Total.

Porque lo mío es volver, como para otros es pasar.

La verdad es que quería que me saliera un post alegre. Porque los últimos todos han sido o claramente tristes, o claramente amargos, o desdichados, así, en general. Y, ya se sabe, los hombre tristes follan menos (por lo mismo que los pianistas alegres están en el circo).

Y dado que me siento triste, cuando intento forzar la sonrisa me sale una mueca, como de niño al que no le ha gustado el regalo de su tita. Y los chistes suenan hueros, necios, como de Felix "el gato". Porque lo son. Porque todo lo que pienso hoy atufa a nostalgia de lo que aún no se ha perdido. Pero por poco.

Cuánto voy a echar de menos los 18 grados centígrados de máxima, las 20 horas de luz sin persianas, la siempre "inprevisible" lluvia diaria, a los turistas que perturban (en castellano) la paz de la ciudad, la cama de un palmo y medio de ancho, las cuestas arriba constantes, los borrachos que te abordan (pero siempre sonrientes), los seis gaiteros que ensayan en la Royal Mile, los billetes de monopoly del Bank of Scotland, del Royal Bank of Scotland y del otro que nunca me acuerdo...

Se van el anonimato, la soledad, el compartir piso (aunque parezca contradictorio con lo inmediatamente antes expuesto), el currar sin interrupción posible casi toda la jornada laboral, la rutina y la monotonía.

Aunque para un ojo inexperto parezcan más bien cosas incomodas/molestas/de mierda, pueden ser grandes tesoros. Como lo es una lata de baked beans en una isla desierta.

Porque todas son manifestaciones, más o menos perturbadoras, de una sensación de tranquilidad total, de un paréntesis que se me ha hecho largo, aunque ahora me parece que ha sido corto. Una sensación de independencia que no residía en poder tomar sin cortapisas mis propias decisiones, en elegir entre las infinitas posibilidades que se me ofrecen o me genero. Sino porque esas posibilidades eran muy pocas, porque no había nada que elegir. Libre de tener que decidir nada. Ha sido una cámara de aislamiento sensorial, ha sido flotar en una piscina de agua caliente en una gruta mal iluminada. No hay mucho más que hacer que estar, y ser consciente de que se está. Ha sido un kit-kat, un "momento para mi" que viene durando seis meses (con alegres interrupciones). Y ahora estamos de post-anestesia.

Vuelve la alegría, los amigos, la fiesta, los desayunos, las comidas y las cenas. Y con ellos vuelve todo lo demás. Y, en el barullo, pasan los días sin notarlos. ¿Eso es bueno? No lo se, pero ahora mismo me parece que no. Tener la vida muy llena de ruido, gente y trajín está bien, distrae. Pero, ¿de qué? Pues de las semanas que duran siete días, cada uno con sus 24 horitas completas, todas ellas de 60 minutos. El ruido camufla el paso lento de los días. Pero, ¿para qué? Si, en realidad, no hay tantos como para querer que pasen inadvertidos...

No esperen de este lado una respuesta. Para mí es un misterio.

La lentitud es aburrida, pero es. Tiene un sabor determinado, muy definido, inconfundible. Ahora vuelvo al lío, al tutti-frutti, a la hamburguesa con ketchup, mostaza, mayonesa e incluso brown sauce. Es bienvenido, desde luego (mentiría si dijera que no le he echado de menos). Pero más que alegría, ahora mismo lo que siento es pena por lo que se lleva por delante.

Parece raro, pero, ¿no echan de menos, a veces, aburrirse?, ¿No han añorado la rutina?, ¿No tener nada mejor que hacer que meditar?, ¿Que cada segundo sea eterno, larguisimo?, ¿Que las opciones a tomar sean una o ninguna?

Pues para mí se acabó.

Vuelve mi vida (la de antes). ¡Bienvenida!

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